BIENVENID@S A ESTE ESPACIO DONDE ENCONTRAS VIDEOS, COMENTARIOS, MENSAJES, TALLERES SOBRE VARIEDADES DE TEMAS DEL INTERES DE TODAS LAS ESTUDIANTES EN LO POLITICO , ECONOMICO, SOCIAL Y CULTURAL DE NUETRO BELLO PAIS
COLOMBIA PAIS DE MIL COLORES
La Colombianidad . . .
Es un Sentimiento de respeto, De amor, De orgullo, De pertenencia y gratitud por todas las cosas de nuestro pais incluyendo su gente, su cultura, sus tradiciones, sus recursos naturales y costumbres...
COLOMBIA PAIS MARAVILLOSO
Colombia es un verdadero edén y sus habitantes así lo pregonan cuando afirman que en el país se da la mayor concentración de variedades de plantas y animales de todo el mundo. Y no exageran, por que en Colombia se han clasificado cerca de 120.000 variedades de plantas y más de mil quinientas variedades de aves. En la zona del Amazonas existen más de 200 especies de mamíferos, 600 especies de aves, 200 clases de reptiles y 600 especies de peces. Su diversa vegetación comprende la selva tropical de la región amazónica, los húmedos prados del norte, los pantanos, los matorrales de la región de la Guajira y los manglares del litoral del Pacífico, sin olvidar las praderas de las cuencas de los ríos Cauca y Magdalena y los bosques tropicales. En Colombia existen 33 Parques Nacionales, 6 Santuarios de Flora y Fauna, 2 Reservas Naturales y el área única, conocida como Los Estoraques. Todos ellos representan un 8% del territorio nacional. Las tendencias apuntan a ir expandiendo la red de parques nacionales. En este paraíso habitan jaguares, pecaríes, venados, ocelotes, tapires, armadillos, anacondas, numerosas variedades de peces, diversas clases de osos, flamencos, gaviotas, buitres y cientos de especies más. Por otro lado, la abundante red fluvial y sus costas al Atlántico y Pacífico, convierten al país en una de las reservas de vida marítima más importante del mundo...
___________________________________________________________________________________________________________________________________
ULTIMO DISCURSO DE ALVARO URIBE
Al despedirme hoy, quiero decirles:
Al Amazonas, tan remoto en el pasado, su río y selva, centros del mundo del futuro.
Allí cerca Vaupés, con sus arrendajos, pequeñas aves que cuidan las avispas, ante la mirada atónita de quienes desconocen la convivencia.
Guanía, con las aguas reposadas de sus caños verdeantes.
Putumayo, un sendero entre Brasil y el Pacífico; una vena suramericana dispuesta a liberarse de la contaminación de la violencia.
Caquetá, con el prodigio de su ondulación, la serenidad de su geografía, que quiere deshacerse de la convulsión de los fusiles.
Meta, con el centauro y el jilguero que pernoctan bajo la palma de moriche, y hablan en tonadas de joropo.
Guaviare, también como el anterior, con un río que lleva el mensaje de los Andes, a las aguas del Orinoco.
Casanare y Arauca, donde Santander, el Hombre de las Leyes, reclutó los corazones llaneros que esperaron a Bolívar para darnos la Independencia.
Vichada, una llanura, un mar de agua dulce habitado por delfines rosados y toninas, que se guarda como tesoro para las nuevas generaciones.
Nariño, tan consistente entre los verdes de Aurelio Arturo y los matices de su naturaleza. Leal en la adversidad y en la victoria. El nombre del precursor de los derechos humanos al servicio de la virtud.
Cauca, el liderazgo de una lucha histórica y democrática sobre el discurrir de la Nación, la cultura de su Popayán.
El Valle del Cauca, con Cali como hermana mayor de una constelación de ciudades, entre la fertilidad de sus suelos, con reservas infinitas en su música de salsa y su capital cívico.
Quindío, ese pedacito de cielo que Dios nos regaló.
Caldas, centro de café excelso; su Manizales del alma, hospedaje de cultura superior legada del sabio cuyo nombre resalta.
Risaralda, con su poeta de nueva democracia, la ruana, harapo incluyente de destechados de nobleza, desalojo de imperios de penachos.
Chocó, bondad del alma nacional; un corazón que forman los ríos Atrato, San Juan, Truandó, el Pacífico, y una mano esculpida en bahía sobre el Atlántico.
Córdoba, con `María Marilla`, el `viejo peyalero`, personajes de su música de porro, tan afectuosos como sus campesinos. El Sinú, que podría alimentar al mundo.
Sucre, el Mariscal de la hermandad con Bolivia; su potencial, La Mojana, la sabana y su Morrosquillo, la alegría de su 20 de enero.
Bolívar, albergue del Libertador en las posadas de Mompox. Cartagena con fiereza de valor civil, murallas para narrar la historia, vacías de cobardía, que jamás encontraron para proteger.
Atlántico, su Barranquilla cosmopolita, la `Batalla de Flores` del Carnaval, un rechazo a las batallas de sangre, un expresión de orden de la espontaneidad Caribe.
Magdalena, en honor del río de la Patria; la Sierra Nevada, vigía de Santa Marta en la última hora del Libertador, y también de Aracataca en la primera inspiración del Nóbel de Literatura.
Guajira, con la sensación de ser indómita, porque encuentra en la rebeldía la defensa de su libertad.
Cesar, el buen manejo del bello idioma, la imaginación y el torrente natural de arte de acordeón han hecho de cada historia elemental una leyenda vallenata.
Norte de Santander, el campanario de Villa del Rosario, que con su vuelo notifica la advertencia de respetar la ley, especialmente por el gobernante.
Santander, un carácter firme como las laderas del Chicamocha, una idiosincrasia que no conoce el retroceso, menos para defender la libertad.
Boyacá, donde reposa la Independencia en un paisaje de encanto inagotable, respira el recuerdo de Pedro Pascasio Martínez Rojas, el soldado niño que definió qué es lealtad a la Patria.
Huila, el Sanjuanero ameniza el rigor de La Gaitana al vengar la muerte de su hijo Timanco; noble terruño que añora la paz como única venganza de tantos años de sufrimiento.
Tolima, la misma erguida actitud en el bambuco, la construcción del Estado, la ciencia política, el surco agrario, donde el Bunde de Castilla, su canto, es sol que abraza.
San Andrés, Providencia, Santa Catalina, el archipiélago de tez azul; un duelo por amor entre los del interior que quieren abrazar el mar de limpia mirada, y los raizales que sólo desean cuidarlo con celo extremo.
Cundinamarca, agudeza de campesinado ilustrado y vertical; ejercicio de labor abnegada que rebosa de inteligencia; ronda de la gran ciudad, que la custodia como cofre de historia y magia del porvenir.
Bogotá, culta, orientadora del pensamiento nacional, en senda incontenible de progreso; albergue sin llanto, sin egoísmo, de la Nación entera.
Antioquia, la comarca que veo desde acá como a mis padres, con mirada fija en la disciplina laboriosa del yunque, que interrumpe en emoción al escuchar un trino sentimental; una escuela de trabajo donde el afecto se siente más y se expresa menos; con Medellín vencedora de mil desafíos, de la distancia para industrializarse, del narcotráfico, para consagrarse como ciudad de educación y ciencia.
Con ustedes, compatriotas, de toda esta Patria, he tenido la posibilidad de adelantar un fecundo diálogo en estos ocho años, un diálogo del alma.
Poco interés prestamos a las tentaciones de engaño, de invitación al diálogo por los terroristas, pero dimos todo nuestro amor al diálogo fraterno con los colombianos de bien.
Al Amazonas, tan remoto en el pasado, su río y selva, centros del mundo del futuro.
Allí cerca Vaupés, con sus arrendajos, pequeñas aves que cuidan las avispas, ante la mirada atónita de quienes desconocen la convivencia.
Guanía, con las aguas reposadas de sus caños verdeantes.
Putumayo, un sendero entre Brasil y el Pacífico; una vena suramericana dispuesta a liberarse de la contaminación de la violencia.
Caquetá, con el prodigio de su ondulación, la serenidad de su geografía, que quiere deshacerse de la convulsión de los fusiles.
Meta, con el centauro y el jilguero que pernoctan bajo la palma de moriche, y hablan en tonadas de joropo.
Guaviare, también como el anterior, con un río que lleva el mensaje de los Andes, a las aguas del Orinoco.
Casanare y Arauca, donde Santander, el Hombre de las Leyes, reclutó los corazones llaneros que esperaron a Bolívar para darnos la Independencia.
Vichada, una llanura, un mar de agua dulce habitado por delfines rosados y toninas, que se guarda como tesoro para las nuevas generaciones.
Nariño, tan consistente entre los verdes de Aurelio Arturo y los matices de su naturaleza. Leal en la adversidad y en la victoria. El nombre del precursor de los derechos humanos al servicio de la virtud.
Cauca, el liderazgo de una lucha histórica y democrática sobre el discurrir de la Nación, la cultura de su Popayán.
El Valle del Cauca, con Cali como hermana mayor de una constelación de ciudades, entre la fertilidad de sus suelos, con reservas infinitas en su música de salsa y su capital cívico.
Quindío, ese pedacito de cielo que Dios nos regaló.
Caldas, centro de café excelso; su Manizales del alma, hospedaje de cultura superior legada del sabio cuyo nombre resalta.
Risaralda, con su poeta de nueva democracia, la ruana, harapo incluyente de destechados de nobleza, desalojo de imperios de penachos.
Chocó, bondad del alma nacional; un corazón que forman los ríos Atrato, San Juan, Truandó, el Pacífico, y una mano esculpida en bahía sobre el Atlántico.
Córdoba, con `María Marilla`, el `viejo peyalero`, personajes de su música de porro, tan afectuosos como sus campesinos. El Sinú, que podría alimentar al mundo.
Sucre, el Mariscal de la hermandad con Bolivia; su potencial, La Mojana, la sabana y su Morrosquillo, la alegría de su 20 de enero.
Bolívar, albergue del Libertador en las posadas de Mompox. Cartagena con fiereza de valor civil, murallas para narrar la historia, vacías de cobardía, que jamás encontraron para proteger.
Atlántico, su Barranquilla cosmopolita, la `Batalla de Flores` del Carnaval, un rechazo a las batallas de sangre, un expresión de orden de la espontaneidad Caribe.
Magdalena, en honor del río de la Patria; la Sierra Nevada, vigía de Santa Marta en la última hora del Libertador, y también de Aracataca en la primera inspiración del Nóbel de Literatura.
Guajira, con la sensación de ser indómita, porque encuentra en la rebeldía la defensa de su libertad.
Cesar, el buen manejo del bello idioma, la imaginación y el torrente natural de arte de acordeón han hecho de cada historia elemental una leyenda vallenata.
Norte de Santander, el campanario de Villa del Rosario, que con su vuelo notifica la advertencia de respetar la ley, especialmente por el gobernante.
Santander, un carácter firme como las laderas del Chicamocha, una idiosincrasia que no conoce el retroceso, menos para defender la libertad.
Boyacá, donde reposa la Independencia en un paisaje de encanto inagotable, respira el recuerdo de Pedro Pascasio Martínez Rojas, el soldado niño que definió qué es lealtad a la Patria.
Huila, el Sanjuanero ameniza el rigor de La Gaitana al vengar la muerte de su hijo Timanco; noble terruño que añora la paz como única venganza de tantos años de sufrimiento.
Tolima, la misma erguida actitud en el bambuco, la construcción del Estado, la ciencia política, el surco agrario, donde el Bunde de Castilla, su canto, es sol que abraza.
San Andrés, Providencia, Santa Catalina, el archipiélago de tez azul; un duelo por amor entre los del interior que quieren abrazar el mar de limpia mirada, y los raizales que sólo desean cuidarlo con celo extremo.
Cundinamarca, agudeza de campesinado ilustrado y vertical; ejercicio de labor abnegada que rebosa de inteligencia; ronda de la gran ciudad, que la custodia como cofre de historia y magia del porvenir.
Bogotá, culta, orientadora del pensamiento nacional, en senda incontenible de progreso; albergue sin llanto, sin egoísmo, de la Nación entera.
Antioquia, la comarca que veo desde acá como a mis padres, con mirada fija en la disciplina laboriosa del yunque, que interrumpe en emoción al escuchar un trino sentimental; una escuela de trabajo donde el afecto se siente más y se expresa menos; con Medellín vencedora de mil desafíos, de la distancia para industrializarse, del narcotráfico, para consagrarse como ciudad de educación y ciencia.
Con ustedes, compatriotas, de toda esta Patria, he tenido la posibilidad de adelantar un fecundo diálogo en estos ocho años, un diálogo del alma.
Poco interés prestamos a las tentaciones de engaño, de invitación al diálogo por los terroristas, pero dimos todo nuestro amor al diálogo fraterno con los colombianos de bien.